Tras la generalización y el uso extendido de las redes sociales, cuestiones como la privacidad y el celo sobre las cosas íntimas han ido cayendo progresivamente en desuso.
No engañamos a nadie cuando decimos que nuestras vidas son cada vez más públicas, así, somos capaces de exponer casi cualquier detalle de nuestro espacio personal privado sin el más mínimo rubor. Muy al contrario, el hecho de presentar nuestra cotidianidad y anecdotario en redes sociales es visto como un valor positivo que puede reportarnos cierto reconocimiento y muchos amigos, siempre y cuando lo que se muestra consiga la aprobación de muchos a modo de seguidores o likes. Hay incluso quienes piensan que si no estamos en las redes es casi como si no existiéramos. Y a veces, aunque no queramos, es difícil desligarnos de esta tendencia, pues cada vez es más habitual en el plano de lo profesional que nos «obliguen» a mostrar un perfil público en redes a la hora de tener más opciones a opositar a un puesto de trabajo o incluso una vez conseguido el mismo.
Al margen de las redes, también en el contacto directo entre personas, la extroversión y el mostrarse natural y desenfadado y a veces hasta descarado contando cualquier faceta de nuestro lado íntimo sin el más mínimo pudor, en ocasiones es visto como una cualidad que suma, pues a menudo este carácter se asocia al triunfador seguro de sí mismo que no teme mostrarse a los demás sin ningún tapujo.
Trending Topic
Lo cierto es que, como en tantas cosas, no es oro todo lo que reluce y la sobreexposición en redes sociales también lleva aparejado cierto riesgo, en tanto en cuanto, en muchas ocasiones lo que sobre nosotros aparece en la web no hay forma después de borrarlo si nos arrepentimos de lo publicado. De alguna manera pues nos convertimos en esclavos de nuestra vida pública, hasta tal punto es así, que ya viene siendo algo extendido desde hace bastantes años que empresas y departamentos dedicados a la selección de personal buceen en la red antes de aceptar a un candidato para el puesto ofertado, descartando a todos aquellos que muestran actitudes o comportamientos de dudosa fiabilidad o compatibilidad en relación con el puesto al que se aspira.
Hasta tal punto esto es así, que se han generalizado en los últimos tiempos servicios legales que ofrecen la posibilidad al cliente de pleitear para que información personal no deseada sea eliminada de la red. Y aún sin quererlo y no siendo nosotros los protagonistas de la exposición, nos podemos ver envueltos en un problema si por azares del destino nos encontramos en un lugar donde no nos conviene que se sepa que estuvimos, y alguien toma una foto suya que se convierte en trending topic y nos incluye a nosotros en la instantánea porque andábamos por allí.
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El romanticismo en los tiempos digitales
En el terreno de la pareja por ejemplo, siendo hoy tan habitual cambiar de compañero sentimental, si vamos luciendo nuestras nuevas conquistas a cada poco en redes sociales, tal vez nos pueda perjudicar para proyectos futuros que pretendamos más serios, además de reportar una imagen frívola de nosotros que quizá no se corresponda con la realidad.
Por otro lado, tampoco hemos de menospreciar las ventajas de introducir cierto misterio en nuestro perfil o forma de ser. Aunque ahora no esté demasiado de moda, lo cierto es que siempre gozó de cierto halo de romanticismo esa persona introvertida y encriptada, muy celosa de su intimidad que guardaba sus bondades únicamente para un reducido grupo de privilegiados.
La libertad digital
Al margen de este detalle, sobra decir que si no andamos tan distraídos alimentando nuestros variados perfiles en las redes sociales, nos resultará más fácil estar concentrados en lo que es realmente importante, seremos capaces de escuchar con atención, de captar detalles que a otros pasarán desapercibidos, y en cierta medida seremos más libres al no estar expuestos al escrutinio diario que supone tener un perfil demasiado público. Dicho de otro modo, si eres más reservado es más difícil que te equivoques y ser objeto de críticas, dado que no te muestras totalmente.
Seremos capaces de escuchar con atención, de captar detalles que a otros pasarán desapercibidos, y en cierta medida seremos más libres al no estar expuestos al escrutinio diario que supone tener un perfil demasiado público.
Se nos presenta el dilema pues, como tantas otras veces, sobre la conveniencia o no de mostrarnos públicamente en mayor o menor medida. Y mucho nos tememos que no hay una respuesta unitaria que nos satisfaga a todos, debiendo adecuarla a nuestra realidad personal, laboral y familiar.